La encontraron en medio del estanque
sin ropa
y todos aquellos abecedarios.
Coches atravesados sobre las marcas blancas
que un día pintaron unas manos
de un siglo incomprensible.
Ya nadie hace sonar su infierno.
Ya todos miran a la loca del estanque de patos
que no paraba de decir
una por una
las plegarias perdidas
en los huecos de los árboles
a la espera de aire.
Plegarias por el vaso vacío
en la mesa del carpintero
y por el hijo que se deshizo en la huida.
Plegarias por las rodillas inermes
de aquella muchacha que tuvo que regalarlas
para no perder los ojos y todo lo que en ellos cabe
por la montaña que sangra
por los labios rojos de la huérfana
por la mina insuficiente de un lápiz que grita.
Páginas sangradas debajo de un lienzo
gritaban con ella
y todos sordos e inmóviles
alrededor de un estanque de patos
sin patos.